viernes, 24 de marzo de 2017

No se va a llorar

No se va a llorar
no en este patio,
no debajo de esta lluvia
que clama perdón...

No van a haber susurros
ni ventanas,
nada de aplausos,
ni una sola astucia
ni siquiera un traje...

No podrá prenderse el aire,
no en este día de moscas
no mientras se ufane,
del disparo resta la vigilia
como última foto...

No se va a hacer silencio
ni fuga
ni altares empedrados,
no van a subir estertores
máquinas
juicios
ni embates...

No se lamentará el tiempo
ni sus agujas,
no debajo de las uñas
tampoco en el bolsillo...
suficiente con perder
la cáscara, el mantel...

te vas de mi y es simple:
ya no te persigo...

domingo, 29 de enero de 2017

y tuve que escribirle a tus pies

y tuve que escribirle a tus pies...

no conozco tu rostro
pero en tus tobillos
ya descubrí una madrugada...

te traen hasta mi tus pies
con sus arcos dóricos
y no pregunto...

los besos se me sueltan,
la lengua se atreve
en tus pies

son diminutos tus pies,
caben en una tregua
y en ellos el barro se conjuga

no te han traído hasta mi tus pies
pero allí empieza el desplome,
de tus pies a tus venas
de tus venas al canto
del canto a tu ombligo
que no es la mitad del mundo
pero lo quiebra en dos...

y todo por tus pies
blancos y dulces
como el silencio antes del bocado
porque así te presumo
descalza y tiritanto...

sábado, 14 de enero de 2017

y buscarte...

...y buscarte
entre este humo
en el que me voy deshaciendo,
torvos los dientes
viejo el hastío

que aparezca
y desaparezca
esa tu sonrisa fantasma,
jugando a las escondidas,
impasible
entre mis ayes arrugados

esta noche
en mi anhelo,
pesas como una plaza deshabitada,
gritando,
y al volver
la ventana se priva de luz
de palomas,
de ruidos,
de aires,
que ya no están,
como no estás tú

esta promesa de boca
va lejos,
rasgando manteles
apostando a perdedor
contando con que al reventar las sienes
se viertan tus olores...

sábado, 1 de octubre de 2016

viernes, 25 de marzo de 2016

Una historia a pedazos

Entra a tu oficina, te la presentan, la miras desprevenido, y descubres en sus ojos un océano.  Es su primer día de trabajo. Ella también te ve, no por mucho tiempo, pero lo suficiente para convertirte en sal. Regresas a tus carpetas con una posibilidad que no tenías cuando tomaste el metro esta mañana. 

Llegas temprano a la oficina. Hoy sí. Ahora sí.  Te fijas si ya llegó. Te fastidia el puesto vacío, la computadora apagada. Una nueva mirada y la cascada de su cabello negro atraviesa la puerta de vidrio, se desparrama por todos los escritorios. Sonríes para ti. Solo para ti. Te convences. Pasan semanas, no dejas evidencias, más bien, murallas. Solo tú sabes del temblor en el estómago, cada mañana, a las ocho en punto.

Haces tiempo en tu cubículo, te obligas a coincidir con ella en la cola del almuerzo. Se sientan en la misma mesa, casual, espontáneos. Una vez. Dos veces. Tres veces y más... Van al teatro. Una vez, dos veces. Varias.  Van al cine. Comparten un café, y otro, y otro. Un concierto. Se aburren en una conferencia. Hablan del otro. Se cuentan. Conoces que arrastra dolores e ilusiones. Ella se entera que ondeas tu soledad como un territorio conquistado. Se van descubriendo en la sonrisa, en las pausas incómodas. Acampas en su boca, detallas cada pliegue seco de sus labios. Cuando habla, cuando mastica, cuando calla. Su voz es un buen lugar para quedarse. Ella se entrega a tus sentencias. Escucha ávida tu discurso bien hilado, la forma culta de tu expresión. A veces, baja la cara, reprime el suspiro, lo guarda detrás del cabello. Y ríe. También te hace reír. 

Finalmente, esta noche se inventan un beso. Un beso que es un reclamo antiguo. Los poros se ponen de rodillas, las rodillas pierden su templo.  Sabes que has cedido, que tus manos no querrán otro precipicio. Y lanzas tu pecho por las escaleras. Sus muslos se convierten en una esperanza. Esta noche, ella también se rompe. Sus cuerpos se  atreven, se hacen montaña, sudor, planetas… La piel agitada no vuelve a ser la misma. Su centro desnudo vierte en tus moldes su sabor metálico, tú afirmas con tus dedos, con tu lengua, con los últimos vestigios de tu defendido vacío. Te encauzas en sus pechos… Amanece y su rostro, venciendo a la ventana, ya comienza a ser incendio. Te abraza, y los días empiezan…

Los meses se están quedando sin palabras. Cada mañana intenta convertirse en novedad. El asombro ha dejado campo abierto a las estampas regulares. Todas las mañanas la despides con un beso institucional. Todas las tardes la recibes con la misma corbata floja. Todas las noches, la misma cama que quedó sin tender. Las mismas almohadas con los mismos surcos. Se cuentan, ya no espejismos, sino responsabilidades. El delirio puede esperar. Los cuerpos se excusan con el cansancio, con la llave del gas abierta, con las facturas pendientes, con las seis de la mañana. Ya dejaste de andar descalzo.  Las cortinas empiezan a acumular polvo… 

Los momentos pasan, sin detenerse a ser faroles. Tu piel ya no tirita. Ella no responde ya a tu misterio. Se acostumbró. La ves y te extrañas. Ella te mira y se reclama. Un apretón de manos es todo lo que queda en el inventario. Tú debes cruzar antes de que cambie el semáforo. Ella ve llegar la camioneta de su ruta. Hay que apurar el futuro. Cruzas la calle y el asfalto es un alivio. Ella sube a la camioneta y el billete de veinte es el pasaje de regreso a su sonrisa. 

A veces piensas en ella. La devuelves a tu cintura por unos segundos, solo unos pocos, los suficientes para no tener que recoger tus pedazos luego. Ella, tal vez te ha visto,  sabes que  te ha recordado cuando entra a alguna librería. Eso es todo. 

El tiempo sigue pasando. Las noches ahora están rotas, es cierto, son más largas.

Tú… tienes una nueva muesca. Ella... termina siendo una cuartilla.

miércoles, 23 de marzo de 2016

No somos más



No somos más,

dijiste

enjaulada

en injusta caricia

a media tinta entre la pierna sutil

en vasos

con acera y temor…

lunes, 21 de marzo de 2016

...

Si tuviera que crearte de nuevo
te haría igual a quien eres
a ese soplo lleno de espuma
que confunde y arrebata...
 
te dejaría intactas
sonrisa y hastío,
perfilaría una vez más tu cuerpo
de arrancado desorden y temblor,
 
volcaría de nuevo en tu molde
cada palabra
cada boca
con la que me calcinaste
noches y maneras;
 
sufriría de nuevo
esta desdicha de tu ausencia
para invocarte
aunque sea en prosa y desventura. 
 
Te haría exacta a esta nube que ahora eres
a esta trémula pregunta
en que se ha convertido
tu piel blanca,
 
te arrojaría, sin tantear
la espesura de esos labios
el recuento de cada beso…